Con el miedo de estar viva

Por: Juan M. Cárdenas.

Publicado el 20/10/09 en El Siglo De Durango

Balacera en el CBTIS 130. (Foto: José Juan Torres)

«¡Me dispararon!». Se cortó la llamada. Fue la última frase que Ana pudo articular antes de entrar en shock. Hay historias en las que el hubiera sí existe, es el caso de Ana. Y es que si su escuela no hubiera organizado ese día el evento de elección de Reina las clases no se hubieran suspendido y Ana no hubiera tenido que cumplir la orden de su mamá de llevarle un documento que necesitaba antes del medio día.

Por lo tanto, no hubiera estado en la parada del camión frente a la escuela justo cuando unos secuestradores huían en desbandada, al haber sido sorprendidos en flagrancia y el copiloto de una camioneta Escape guinda no le hubiera apuntado a la cabeza con una .9 milímetros y jalado el gatillo. Pero sucedió.

Quizá fue por designio divino, tal vez un error milimétrico o probablemente una acción premeditada, pero el secuestrador erró el tiro. Ana sobrevivió pagando el costo de quedar traumada de por vida. Mañana se cumple un año del enfrentamiento entre delincuentes y policías, suscitado en diferentes zonas del sur de la ciudad cuyo punto álgido fue frente al CBTIS 130 ante decenas de testigos; momento que para muchos fue de terror y pánico.

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Ana subió al camión para ir a la escuela sin haber desayunado, como era su costumbre; eran las 10:00 y no tenía hambre. La tarea era sencilla: llegar al CBTIS 130, solicitar la constancia de estudios que su mamá le había pedido desde hacía varios días, esperar a que la hicieran e irse. Más tardó en planearlo que en hacerlo.

Minutos antes de las 11:00 horas un grupo de agentes estatales estaba afuera de una casa de Paseo del Gavilán en el fraccionamiento Real del Mezquital, justo en la vivienda donde dos días antes fue asesinado el profesor Gerardo Santillán Guerrero. Sin importar la presencia de los agentes, un nutrido comando arribó al lugar y abrió metralla en una operación «relámpago» en la que sustrajeron a una mujer y a un joven de ese mismo domicilio; hirieron a dos policías y huyeron dejando una estela de al menos tres enfrentamientos más y otros dos civiles heridos. Escaparon rumbo al poniente. Ana ya estaba en el lugar equivocado.

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Por fuerza de usar el «democrático» todos los días, Ana sabía que el camión no tardaría más de cinco minutos y por eso aceptó soportar el sol de aquel 21 de octubre. Pero primero llegó la camioneta Escape guinda de la que nunca más se volvió a saber.

Como si los hubiera estado esperando, el vehículo con delincuentes se detuvo a escasos dos metros enfrente de ella, en «la parada del terror»; Ana, como los demás estudiantes del CBTIS 130, comerciantes y automovilistas que pasaban por la zona, ignoraban lo que sucedía en ese momento. Por eso se sorprendió cuando el copiloto de la camioneta bajó el vidrio y le apuntó directamente a la cabeza, no podía reaccionar.

La estrategia era rutinaria y clara, así como cruel e inexplicable: sembrar heridos para distraer la atención de la policía, que ya les pisaba los talones, y obtener tiempo para escapar. Iba a ser usada. El delincuente, al que recordará toda su vida, era prieto, cabello chino hasta los hombros, ojos negros y estatura media; disparó. La detonación la dejó sorda y pasmada, la bala le zumbó pero no le dio. Pero esa fracción de minuto le cambió la vida.

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Los recuerdos llegan en flash back. La camioneta arrancó y se desató un estruendo de balas de todos calibres a unos cuantos metros de la escuela, llegaron más patrullas y la gente se tiró al piso. Una niña, quizá un ángel o una ilusión, jaló del brazo de Ana para que se agachara porque seguía en trance. Su siguiente recuerdo es dentro de la escuela, rodeada de más alumnas en crisis nerviosa, algodones con alcohol en las manos y algunas desmayadas. Le faltaba el aire. Su celular suena, la noticia de la balacera ya corría por toda la ciudad. Una de sus primas le llama llorando para saber cómo está, pero su respuesta es aún más angustiante: «¡me dispararon!». Colgó.

A las 2:00 de la tarde comienzan a evacuar el CBTIS 130 por órdenes de la policía. José, el novio, lleva a Ana a la casa donde la familia ya sabe del choque armado.

Entra con la mirada perdida hasta la habitación del fondo y se sienta en la cama. No dice ni una palabra. El noticiario televisivo no deja de hablar del tema, un par de minutos después reacciona con un llanto incontenido que tuvo que ser controlado con tranquilizantes. No deja de decir que le dispararon. Para antes de las 4:00 de la tarde ya está dormida. Quizá el único sueño tranquilo que tuvo en mucho tiempo.

Dos horas después Ana se muestra tranquila, incluso soporta ver las imágenes en el noticiario vespertino; pero no come bien.

La noche llega junto con las pesadillas. No puede dormir y tiene fiebre, quizá de miedo. El remedio casero es una «limpia» con huevo de gallina que hasta «se coció». Concilia el sueño por un rato porque aun dormida sigue viendo la cara del sujeto que se atrevió a dispararle.

El amanecer sólo manifiesta el miedo que la persigue hasta hoy: ve la imagen del delincuente hasta en el vaso con agua donde fue vertido el huevo.

Ana regresó a la escuela cinco días después, con una sensación diferente. Ese día volvió, dijo, a ver a su atacante, quizá otro espejismo pero más real. Tiene miedo de estar ahí y el temor lo tuvo hasta que dejó de ir a clases, a los 17 años dejó de estudiar, las pesadillas siguieron por varias noches y en ocasiones siguen repitiéndose; la calle es insegura y las noticias no dejan de hablar de violencia.

La vida de Ana sigue siendo del hubiera. Y es que si Ana no hubiera vivido ese episodio de terror, no hubiera dejado la escuela para concentrarse en su noviazgo y por lo tanto no tendría por fin un motivo para ser feliz: va a ser mamá.

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El enfrentamiento del 21 de octubre del 2008 entre elementos de la entonces Dirección Estatal de Investigación (DEI) y secuestradores dejó como saldo varias personas heridas, entre agentes y civiles, y un delincuente muerto; las detenciones nunca fueron precisadas, pues a lo largo de las persecuciones hubo algunas personas aprehendidas pero no se informó su relación con los hechos. Tampoco se volvió a saber sobre las personas que habían sido secuestradas previamente y que durante la balacera lograron escapar.

El caso es que exactamente una semana después fue asesinado el entonces subdirector de la DEI, Antonio García Artea, cuando circulaba por el bulevar Francisco Villa frente a una agencia automotriz, quien encabezó el operativo por su corporación hace un año.

Según versiones de funcionarios de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE), García Artea acababa de salir de su oficina luego de una reunión en la que se planeaba el festejo del Día del Agente Investigador, que celebraría al día siguiente de ser asesinado.

Las versiones indican que el ex Comandante Regional de La Laguna todavía sostuvo comunicación telefónica para ultimar detalles sobre el evento, pero en el cruce con la calle Constituyentes fue alcanzado por una camioneta Lobo negra y otra Durango azul marino, de las que le dispararon en repetidas ocasiones. El Focus gris, placas FZK 8996, en el que viajaba quedó sobre la banqueta de un terreno baldío, entre dos lotes de automóviles.

 

Twitter: @Juanma3009

Publicado el 12 agosto, 2011 en Para la historia.... Añade a favoritos el enlace permanente. Deja un comentario.

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